hassanes

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1995

La mayoría de los personajes públicos de todos los países se hacen retratos perfectamente estudiados para que les tengamos cerca de nosotros, les adoremos y deseemos, les conozcamos y les necesitemos, e incluso con la pretensión de que les hagamos un hueco en nuestro círculo de amistades. Esa aproximación es una de las estrategias más elementales para que la gente vea como algo natural y familiar la existencia y mantenimiento de las monarquías, los gobernantes con aspiraciones vitalicias y las dictaduras.

La imagen de Hassan, ostentador del poder en Marruecos cuando Néstor hizo esta obra y padre del monarca actual, ha sido utilizada por este artista en el trabajo que presentó a la Bienal Fotonoviembre realizada en Tenerife en 1995. En ésta instalación hacía convivir imágenes fotográficas con objetos –zapatos- que creaban un cierto sentido del ritmo: el ritmo de los cientos de pies de personas variopintas que recorren las calles década ciudad marroquí- La foto del dictador siempre presente, las vías estrechas y zigzagueantes del zoco, sus intensos olores, en este caso favorecida por la gran cantidad de zapatos usados y suspendidos por cuerdas del techo que también nos hablan, desde la usencia, del genio de sus ciudades.

Cuando Hassan vivía sus retratos se exhibían en todos los lugares públicos sin pudor. Ningún atisbo de nerviosismo se refleja en su mirada firme que no teme la reprobación de la cámara. Varias fotos del rey nos dan fe de su personalidad. Podemos verlo vestido de militar y sentado en un sillón rojo y dorado, con la chilaba blanca, típica de su país o con traje de chaqueta de corte occidental y color crudo. Todas esas paternales fotografías están enmarcadas en un clásico marco de tonos dorados que realzan su noble estirpe. Hassan y sus asesores de imagen saben que el significado de cada fotografía lo da su uso. Toda la vida de dictador con sus múltiples actuaciones han sido sintetizadas en estas fotografías de propaganda que se podían conseguir en cualquier estanco de Marruecos mientras vivió el monarca.

La representación de las gentes que deambulaban por las callejuelas se realiza a través de sus calzados, pero sin estar éstos presentes. Esta representación de la muchedumbre a partir de objetos que nos hablan de sus cuerpos desde la ausencia contrasta con la insistente presencia de la imagen del monarca. Hassan se exhibe con descaro y arrogancia, marcado por su condición social, por su sangre real, favorecido por los dioses que le han dado el don de guiar al resto de los mortales en su nación. Cuando posa delante de las cámaras los hace sin la más mínima vergüenza, impregnando el retrato del tono ridículo de los dictadores. El resto de la gente casi ni existe. Se aman, se desaman entre sí y nada importa. Las vidas se cruzan por azar y se diluyen en la ajetreada masa que se mira, se huele, se toca, hace ruido, se desplaza…, representada por esos múltiples zapatos de todos los colores que han perdido su carácter funcional y ahora pueblan de forma simbólica la instalación.

No es muy diferente a la realidad que nos rodea de lo que sucede en otros países, ya que el poder funciona en todos los sitios con mecanismos similares. La monarquía omnipresente y hedonista no sólo pertenece a Marruecos, los occidentales caemos en los mismos tópicos, sólo que aquí sucede de una forma más sofisticada, más estudiada por los medios de comunicación de masas. El tratamiento dado a los ídolos actuales (los reyes, los cantantes, los actores, los futbolistas, los políticos…) no resulta menos ridículo que el otorgado a Hassan, incapaz de proyectar estrategias con capacidad para convencer a la gente, salvo a los adolescentes más ingenuos, porque, como asegura Lipovetsky, “ya ninguna ideología política es capaz de entusiasmar a las masas, la sociedad posmoderna no tiene ni ídolo ni tabú, ni tan sólo imagen gloriosa de sí mismo, ningún proyecto histórico movilizador, estamos ya regidos por el vacío, un vacío que no comporta, sin embargo, ni tragedia ni apocalipsis”.

 

Bienal FotoNoviembre 1995, dedicada a África. Tenerife

500 pares de zapatos, 7 retratos de Hassán II.

Para acceder a los distintos retratos de Hassán había que atravesar unos estrechos pasillos entre zapatos colgando.