El hombre siente la necesidad de pertenecer a grupos que lo cobijen integrados por la familia, el barrio, el trabajo, el colegio, la ciudad, el club... Octavio Paz nos dice que “el sentimiento de pertenecer a esta o a aquella realidad colectiva es anterior al nombre y a la idea: primero somos de una familia, después sabemos el nombre de esa familia y, más tarde, llegamos a tener una idea, más o menos vaga, de lo que es y significa la familia” (1). Círculo familiar, creada en 1993 para la Bienal Fotonoviembre en Tenerife (Islas Canarias, España), nos habla de esta institución, de este núcleo que es el origen del clan, de la tribu, de la nación o de la propia sociedad a través de fotos familiares y de amigos del artista que han sido captadas en fiestas y viajes.
Podríamos pensar que las personas que aparecen integrando ese círculo poseen unas reglas en común, unas pautas de actuación y de conducta, unas normas que les identifiquen y hasta un código secreto que todos conocen. Su familia, la nuestra o cualquier otra representa la primera célula del poder, el lugar donde éste nace y se transmite a pequeña escala, transferidor de los roles sexuales y sociales, de las creencias religiosas, de las conductas sociales. Néstor sitúa a todos ellos perfectamente enmarcados en portarretratos en una isla circular, acentuando aún más el aislamiento de quien busca una identidad propia a partir no sólo de las semejanzas internas sino también de sus diferencias, de su pluralismo. Ese interrogarse por quiénes somos se hace desde el desamparo de unos rostros retratados de los que no sabemos si están vivos o muertos. Todos están a la vez juntos y aislados. Los lazos afectivos no les impiden sentirse solos, desamparados porque este círculo, de vínculo férreo, es tan fuerte que es casi imposible salir de él, escapar.
Néstor Torrens propone un acto similar al de hojear un álbum familiar. “Mediante la fotografía cada familia construye una crónica de sí misma, un conjunto de imágenes portátiles que atestiguan la solidez de los lazos”(2). Todas estas fotos de recuerdo sintetizan en una aparición momentánea toda la vida de su familia, informándonos sobre el aspecto que tenía el niño cuando hizo la primera comunión, mostrándonos a su adorable madre en aquella época que estaba especialmente seductora o a sus hermanos o amigos. “Ver una foto de recuerdo es de inmediato estar en casa, e independientemente de las eventuales dificultades que uno pueda tener para identificar concretamente tal imagen o tal otra en particular” (3), solo que en este caso la acción se tiñe de impudicia. Torrens presenta las fotos que conforman la memoria de su propia familia. Podemos sentir que estamos profanando la intimidad de su estirpe al mirar tantas fotos con imágenes testimoniales y privadas. Estas fotos que reafirman el pasado personal del artista son mostradas al público sin el más mínimo pudor, informándole y dándole indicaciones sobre muchas de las cuestiones que han conformado el acervo personal de su linaje.
Proust se quejaba de esas fotografías ante las cuales recordamos peor a un ser que limitándonos a pensar en él. No es nuestro caso, nosotros carecemos de un recuerdo previo por no disponer de unas vivencias compartidas con sus familiares y amigos. Ahora el conocimiento que tenemos del artista se ha complejizado con la información que saquemos de esas fotografías familiares. Podemos hacernos una composición más o menos real de su procedencia, de la clase social a la que pertenece, de sus inquietudes. Todas estas imágenes nos dan pie a estimular nuestra imaginación, a concentrarnos en descubrir los parecidos o los rasgos característicos que marcan a algunos de ellos, a entrar en su familia para diseccionarla. El tiempo es comprimido en imágenes, en rostros, lugares, ropas y hasta pelos que han ido desapareciendo de diferentes cabezas y sirven de lecho a estas imágenes.
(1) Paz, Octavio: Convergencias, Seix Barral, 1991, p.95
(2) Sontag, Susan: Sobre fotografía, Edhasa, 1981, p.18-19.
(3) Schaeffer, Jean Marie: La imagen precaria del dispositivo fotográfico, Ed. Cátedra, 1990, p.65.
Bienal FotoNoviembre 1993. Tenerife
400 portarretratos con fotos de amigos y familiares sobre alfombra de pelos.
Dimensiones: círculo de 3 m. de diámetro.